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De pronto, toda la calle empezó a agitarse. Hubo gritos de aviso por todas partes. Hombres, mujeres y niños se metían veloces en sus casas como conejos. Una joven salió como una flecha por una puerta cerca de donde estaba Winston, cogió a un niño que jugaba en un charco, lo envolviócon el delantal y entró de nuevo en su casa; todo ello realizado con increíble rapidez. En el mismo instante, un hombre vestido de negro, que había salido de una callejuela lateral, corrió hacia Winston señalándole nervioso el cielo.
—¡El vapor! —gritó—. Mire, maestro. ¡Échese pronto en el suelo!
«El vapor» era el apodo que, no se sabía por qué, le habían puesto los proles a las bombas cohetes.
Winston se tiró al suelo rápidamente. Los proles llevaban casi siempre razón cuando daban una alarma de esta clase. Parecían poseer una especie de instinto que les prevenía con varios segundos de anticipación de la llegada de un cohete, aunque se suponía que los cohetes volaban con más rapidez que el sonido. Winston se protegió la cabeza con los brazos. Se oyó un rugido que hizo temblar el pavimento, una lluvia de pequeños objetos le cayó sobre la espalda. Cuando se levantó, se encontró cubierto con pedazos de cristal de la ventana más próxima. Siguió andando. La bomba había destruido un grupo de casas de aquella calle doscientos metros más arriba. En el cielo flotaba una negra nube de humo y debajo otra nube, ésta de polvo, envolvía las ruinas en torno a las cuales se agolpaba ya una multitud. Había un pequeño montón de yeso en el pavimento delante de él y en medio se podía ver una brillante raya roja. Cuando se levantó y se acercó a ver qué era vio que se trataba de una mano humana cortada por la muñeca. Aparte del sangriento muñón, la mano era tan blanca que parecía un molde de yeso. Le dio una patada y la echó a la cloaca, y para evitar la multitud, torció por una calle lateral a la derecha. A los tres o cuatro minutos estaba fuera de la zona afectada por la bomba y la sórdida vida del suburbio se había reanudado como si nada hubiera ocurrido. Eran casi las veinte y los establecimientos de bebida frecuentados por los proles (les llamaban, con una palabra antiquísima, «tabernas») estaban llenas de clientes. De sus puertas oscilantes, que se abrían y cerraban sin cesar, salía un olor mezclado de orines, serrín y cerveza.
突然之間,整條街道騷動起來。四面八方都有報警的驚叫聲。大家都象兔子一般竄進了門洞。有今年輕婦女在溫斯頓前面不遠的地方從一個門洞中竄了出來,一把拉起一個在水潭中嬉戲的孩子,用圍裙把他圍住,又竄了回去,這一切動作都是在剎那間發生的。與此同時,有個穿著一套象六角手風琴似的黑衣服的男子從一條小巷出來,他向溫斯頓跑過來,一邊緊張地指著天空:“蒸汽機!”他嚷道。“小心,首長!頭上有炸彈,快臥倒!”
“蒸汽機”是無產者不知為什么叫火箭炸彈的外號。溫斯頓馬上撲倒在地。碰到這種事情,無產者總是對的。他似乎有一種直覺,在好幾秒鐘之前能預知火箭射來,盡管火箭飛行的速度照說要比聲音還快。溫斯頓雙臂抱住腦袋。這時一聲轟隆,仿佛要把人行道掀起來似的,有什么東西象陣雨似的掉在他的背上。他站起來一看,原來是附近窗口飛來的碎玻璃。
他繼續往前走。那顆炸彈把前面兩百公尺外的一些房子炸掉了。空中高懸著一股黑煙柱,下面一片墻灰騰空而起,大家已經開始團團圍住那堆瓦礫了。在他前面的人行道上也有一堆墻灰,他可以看到中間有一道猩紅色的東西。他走近一看,原來是一只齊腕炸斷的手。除了近手腕處血污一片,那只手完全蒼白,沒有血色,象石膏制的一樣。
他把它踢到邊上,然后躲開人群,拐到右手的一條小巷里,三、四分鐘以后他就離開了挨炸的地方,附近街道人來人往,一切如常,好象什么事情也沒有發生一樣。這時已快到二十點了,無產者光顧的小酒店里擠滿了顧客。黑黑的彈簧門不斷地推開又關上,飄出來一陣陣尿臊臭、鋸木屑、陳啤酒的味兒。